Pascua Trebeak 2013


 La pascua empezó en Durango, 8 personas con una mochila a la espalda, uno llegaba tarde, otro sin paraguas, menudo panorama. Llegamos a la parada de Termibus y empezamos a ver más gente tan cargada como nosotros, todos montando en otro autobús que nos llevaría al colegio donde pasaríamos los próximos 3 días. Nos juntamos 94 chavales, cada uno de su grupo y con otros tantos monitores, empezaron los abrazos a los amigos que hacía tiempo que no veías y las presentaciones de los nuevos compañeros, y para romper el hielo unos juegos y canciones de presentación. Fuimos a cenar y nos dijeron en que proyecto estaba cada uno y nos dieron los turnos de fregar, poner la mesa, limpiar baños… Y así llego la primera noche, por supuesto en esterillas y en el suelo, 94 chavales emocionados durmiendo en una misma “habitación”, estaba claro que dormir iba a ser imposible.

Tras pasar la noche cada uno como pudo nos tocó madrugar, ¿quién nos manda levantarnos a las 8 de la mañana estando de vacaciones? Y encima nada más despertarse a subir escaleras para llegar a la capilla, allí todas las mañanas nos explicaban que parte del proyecto íbamos a tratar ese día, y el primero fue “Quiero verte COMPARTIR” nos invitaban a reflexionar sobre el tema y fuimos a desayunar. Cola Cao, galletas, zumo, mantequilla, mermelada… y llenos de energía fuimos cada uno camino a su proyecto, unos a casas de acogida con niños, otros a residencias de ancianos, otros pocos a comedores sociales, un par de grupos con gente sin techo y unos últimos con ex presidiarios, todos estábamos nerviosos y emocionados a la vez, no sabíamos que nos esperaba a cada uno o como íbamos a reaccionar a cada una de las realidades con las que nos íbamos a topar de frente.

Hora de comer, puré y pescado, hay que reconocer que la comida dejaba un poco que desear pero con el hambre que había no quedaba nada en el plato, sin tener casi tiempo para descansar llego la hora de las actividades en grupo en las que hicimos un par de dinámicas en las que podíamos ver como había sido nuestra experiencia y como nos habíamos sentido. A la noche celebramos una eucaristía en la que recordábamos La Ultima Cena y el lavatorio de pies, pudimos comprender el significado de servir y comprobamos que eso era lo que nosotros habíamos hecho durante la mañana con los que lo necesitaban más que nosotros. Para la hora de dormir el cansancio empezaba a pasar factura, pero ni siquiera así se consiguió el silencio necesario.

Las 8 de la mañana, se encienden las luces, algunos a la ducha otros sin querer salir del saco, unos pocos salían escopeteados hacia el baño para no tener que hacer cola y tras prepararnos a la capilla, ya era viernes santo y tocaba “Quiero verte CONFIAR” este era el tema en torno al cual debíamos pensar durante el día. Era el segundo día en cada uno de los voluntariados y estábamos deseosos de llegar para poder estar con la gente y hacer algo productivo, bueno algunos con más ganas que otros. Tan pronto como comimos comenzamos a preparar el Vía Crucis nos repartimos en unos 8 grupos y cada uno nos encargábamos de una etapa que tuvo que pasar Jesús antes de llegar al monte donde lo crucificaron. Todos los grupos presentaron su etapa de una forma dinámica o fácil de seguir y entretenida, gracias a esto todos pudimos conocer mejor la situación por la que tuvo que pasar Jesús antes de su muerte. Una vez acabado esto nos pusimos camino al comedor para cenar, siendo viernes santo no se podía comer carne y la cena no iba a ser para menos, como bien sabemos este es el único día en el que no se celebra una eucaristía ya que como cristianos celebramos la muerte de cristo en la cruz, y eso fue lo que hicimos, los monitores llenaron el suelo de una habitación con pequeñas velas que rodeaban una cruz. Nos sentamos en silencio con música de fondo a pensar en toda esa gente que no lo está pasando tan bien como nosotros, en Jesús y tuvimos la oportunidad de compartir nuestros pensamientos y cruces internas. Fue muy emotivo, la gente se levantaba y se acercaba a la cruz a decir en voz alta lo que tenía dentro, la gente lloraba y compartíamos sentimientos, gestos de amistad se veían por cualquier esquina, y algunos por primera vez vivieron la pascua de verdad. La gente podía salir de la habitación en el momento que les pareciera oportuno o quedarse un poco más, era elección de cada uno. Después de ese cumulo de sentimientos en tan poco tiempo era tarde y hora de acostarse, pero por raro que parezca la gente seguía con ánimos de hablar hasta que el cansancio se empezó a notar con los gritos de los que deseaban dormir.

Y así de repente ya era sábado, sábado santo, y en la capilla podían verse caras de sueño mientras nos presentaban la frase del día, “Quiero verte SONREIR” leímos un poema y bajamos a desayunar. El camino a cada una de las realidades el sábado fue más difícil puesto que ya era el último día y posiblemente el último en el que pudiéramos ver a esas personas a las que inevitablemente cogimos cariño. Hubo despedidas duras en las que te pedían que volvieras y no sabías lo que contestar e incluso alguna lagrima pasajera. La actividad de esa tarde era hacer una reflexión sobre la pascua, debía ser personal, miraras donde miraras todos estábamos concentrados en nuestras hojas escribiendo lo que se nos había pasado por la cabeza durante esos días, como nos habíamos sentido, todo lo que habíamos aprendido y toda la gente que conocimos, tanto gente de nuestra edad con la que compartimos la experiencia y gente a la que habíamos ayudado aunque solo fuera un  par de horitas.

Nos dimos cuenta de que todos tenemos problemas, que todos tenemos que vivir con nuestras cruces a la espalda pero que es más fácil sobrellevarlo con ayuda de alguien, también nos dimos cuenta de que puede que nuestros “problemas” no sean tan graves como parecen y que hay gente que está en una situación peor que sigue adelante sin rendirse siempre con una sonrisa en la cara y eso nos dio fuerzas para superarnos a nosotros mismos y empezar a verlo todo de otra manera.

En mi opinión creo que ésta ha sido una experiencia increíblemente buena en la que hemos aprendido a valorar las cosas que nosotros tenemos, a darnos cuenta de lo realmente importante y hemos tenido la suerte de conocer a gente increíble que son capaces de llenarte con una abrazo, una sonrisa o una 
mirada.


                                                                                                 Inurri Eskauteko TREBEAK

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